Entre la hiedra


Un colchon de flores de castaño descansaba sobre el tejado de piedra, disfrutando la fragancia del laurel. ¡Que reconfortante descansar en aquel mullido lecho sobre
aquellas viejas piedras! Era una cordillera conquistada con la misma satisfacción que cualquier expedicion emprendida para coronar el Himalaya. 

Una linea en la sombra se traza a veces y el barco zozobra al traspasar el meridiano geografico, asunque solo sea un palmo de agua. El aroma del laurel se multiplica con la vision cegadora de la belleza. El insignificante insecto se mueve entre la oxidada piedra y el mar de flores. La vida giraba monótonamente en el quehacer de los campos. Cuando la estrella fugaz subió allí, el viejo mundo había desaparecido de repente, para siempre. Se esconde el cielo canta Paco Ortega e Isabel Montero, pero en realidad se abría. Es sólo un palmo de agua, pero infinita para el insecto. 

A pie del Everest el mundo se ve al completo, su frio  congela el instante tan fuerte que puedes quedarte a vivir en él, eternamente. El ciempiés bostezó y continuó su periplo en busca de algo que llevarse a la boca, el laurel sigue regalando su fragancia y las viejas piedras, inmutables, reflejan la luz solar, esperando. 



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