Chanson Egocentrique




La suave brisa de la tarde jugaba con las ramas de la palmera, la ventana animada de pequeñas gotas de rocio saludaba las primeras horas de la  noche. Era el fin de la temporada de los vientos y las palabras del viejo pergamino  se habian demostrado incapaces de romper el hechizo y encerrar a los eolos en el oscuro cofre de las tempestades.
El invisible viaje al interior de la ciudad era inevitable a la vez que reconfortante, aclaraba los monzones que arrastraba la borrasca, pero apenas si conseguia disiparlos unas pocas horas. La canción volvia a sonar, las mañanas se alargaban, y aun así pasaban rápidamente. La canción egocéntrica sonaba otra vez, para reirse de la rueda del tiempo y de la filosofia.



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